A veces, la vida nos lanza preguntas que incomodan. ¿Cómo es posible que, justo cuando surge una crisis, ya exista una solución lista para aplicarse? ¿No debería ser al revés? Da la sensación de que, en algunos casos, se prepara la cura antes de que se presente la enfermedad. O peor aún, que el problema se crea a propósito para justificar una respuesta previamente diseñada.
No es una idea nueva, pero cada vez suena con más fuerza. Especialmente cuando vemos cómo actúan ciertos sectores del poder: gobiernos, grandes empresas, laboratorios o multinacionales tecnológicas. Ellos tienen acceso a información, dinero y capacidad de decisión. Y a veces, con eso, también pueden moldear la realidad.
Pensemos en un ejemplo reciente y cercano: una alerta sanitaria. De pronto, se habla de un nuevo virus o una amenaza para la salud pública. La noticia genera miedo, incertidumbre, y al poco tiempo aparecen vacunas, tests, aplicaciones de control o medidas restrictivas que, curiosamente, ya estaban preparadas. Se presentan como la única salvación, como si fueran fruto de una reacción rápida. Pero cuando uno mira los plazos de desarrollo, los contratos firmados con antelación o los ensayos previos, surgen dudas. ¿Y si esa solución no nació después del problema, sino antes?