Este pensamiento, evoca la idea de que nuestra existencia no necesita ser descifrada como un enigma, sino que debe experimentarse en su riqueza cotidiana.
El filósofo George Santayana dijo "El hombre no está hecho para comprender la vida sino para vivirla"
En este sentido, reflexionemos: ¿Qué sería de la vida si cada momento estuviera supeditado a una lógica estricta o a una comprensión absoluta? La espontaneidad, la pasión y el misterio perderían su valor, y la existencia se tornaría monótona. Tal vez, vivir plenamente no sea buscar explicaciones, sino construir significados a través de nuestras acciones y relaciones.
Este enfoque nos libera del peso de entenderlo todo. Nos da permiso para sentir y para ser vulnerables, para reír y llorar sin una razón aparente. Porque, al final, la vida no se mide por cuán profundamente la comprendamos, sino por cuánto la hayamos vivido.
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