Dicen que los líderes natos destacan por su carisma, visión y destreza. Sin embargo,
hay un espécimen político que desafía esta noción: la persona vulgar, soez, incompetente y mentirosa patológica, que, como por arte de magia (o de contactos), logra llegar a la cima del poder. Este es un homenaje irónico a esas figuras que nos dejan perplejos.
Currículum en blanco, agenda llena. ¿Sabías que la preparación es un estorbo? Estos prodigios de la improvisación se enorgullecen de un currículum que parece más vacío que una cafetería en lunes por la mañana. Pero, ¿agenda? Llena de reuniones donde aprenden a aplaudir con una mano mientras señalan culpables con la otra.
Diplomacia estilo karaoke. Nada como un discurso lleno de frases pegajosas, clichés y un toque de vulgaridad para "conectar con el pueblo". Aunque conectar signifique que todo el mundo acaba rascándose la cabeza mientras se pregunta: "¿De qué estaba hablando?"
Mentiras con estilo (o sin él). ¿Qué mejor manera de ganarse la confianza que afirmar algo una semana y desmentirlo al siguiente martes? Al fin y al cabo, ¿Qué son las promesas si no adornos en el árbol de la ambición?
La ley del mínimo esfuerzo. Incompetencia no significa incapacidad, significa genialidad para delegar culpas y pasar desapercibido cuando algo va mal. Una obra maestra de desaparición política.
El club de fans (y aduladores). Rodearse de un séquito de alabadores es clave. No importa lo absurdo que sea el plan, siempre habrá alguien dispuesto a vitorear con entusiasmo digno de un estadio.
Chabacanería:
El nuevo lenguaje del poder. En un mundo donde la diplomacia y la elocuencia solían ser virtudes, la chabacanería ha tomado el escenario político por asalto. ¿Por qué usar palabras elegantes cuando puedes soltar frases como "¡Esto es lo que hay, y punto!"? La vulgaridad, lejos de ser un defecto, se convierte en una herramienta para "conectar" con el pueblo, aunque lo único que logre sea desconcertar a todos.
El arte de hablar sin decir nada. Aquí entra la verdadera magia: discursos llenos de palabras inventadas y frases que suenan importantes pero que, al analizarlas, no significan absolutamente nada. Ejemplo: "Estamos comprometidos con la transmutación holística de las sinergias intersectoriales." ¿Qué significa eso? Nadie lo sabe, pero suena impresionante.
Vulgaridad como estrategia de distracción. Cuando las cosas se ponen feas, nada como un comentario vulgar o una salida de tono para desviar la atención. Es el equivalente político de lanzar una bomba de humo y desaparecer entre las risas nerviosas de los presentes.
La casta política y su burbuja de autoengaño. La casta política tiene un talento especial para vivir en una realidad paralela, donde sus errores son éxitos y sus fracasos, "aprendizajes". En esta burbuja, la incompetencia se celebra como "innovación disruptiva" y la vulgaridad como "autenticidad".
El diccionario del absurdo político. ¿Por qué usar palabras reales cuando puedes inventar las tuyas? Aquí algunos ejemplos: progresionismo reactivo, no hacer nada pero con estilo; empoderamiento inverso, quitar derechos pero con una sonrisa; sostenibilidad dinámica, cambiar de opinión cada semana.
El arte de despilfarrar. Nada como hacerlo con descaro. Desde prostíbulos hasta drogas, los fondos públicos se convierten en el combustible de sus excesos más depravantes. Lo mejor de todo es la habilidad para negarlo sonriendo sin ningún ápice de remordiendo y un discurso vacío que termina con los de siempre aplaudiéndoles.
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