A veces, la vida nos lanza preguntas que incomodan. ¿Cómo es posible que, justo cuando surge una crisis, ya exista una solución lista para aplicarse? ¿No debería ser al revés? Da la sensación de que, en algunos casos, se prepara la cura antes de que se presente la enfermedad. O peor aún, que el problema se crea a propósito para justificar una respuesta previamente diseñada.
No es una idea nueva, pero cada vez suena con más fuerza. Especialmente cuando vemos cómo actúan ciertos sectores del poder: gobiernos, grandes empresas, laboratorios o multinacionales tecnológicas. Ellos tienen acceso a información, dinero y capacidad de decisión. Y a veces, con eso, también pueden moldear la realidad.
Pensemos en un ejemplo reciente y cercano: una alerta sanitaria. De pronto, se habla de un nuevo virus o una amenaza para la salud pública. La noticia genera miedo, incertidumbre, y al poco tiempo aparecen vacunas, tests, aplicaciones de control o medidas restrictivas que, curiosamente, ya estaban preparadas. Se presentan como la única salvación, como si fueran fruto de una reacción rápida. Pero cuando uno mira los plazos de desarrollo, los contratos firmados con antelación o los ensayos previos, surgen dudas. ¿Y si esa solución no nació después del problema, sino antes?
Otro ejemplo de rabiosa actualidad es un gran apagón de luz. Sucede de pronto, dejando a miles de personas sin electricidad y sumidos en un caos absoluto. Estoy esperando el anuncio de una nueva tecnología de respaldo, un servicio privado de emergencia o un sistema alternativo ya disponible… previo pago, claro, de las compañías de siempre ¿No nos parecerá extraño que justo después del corte surja una opción perfecta para resolverlo? ¡Que me aspen!
Esto no significa que todo sea un engaño o que no existan problemas reales. Pero sí vale la pena hacerse preguntas. ¿Quién define cuándo hay una crisis? ¿A quién beneficia que el miedo se instale? ¿Y por qué muchas soluciones parecen llegar demasiado rápido, como si alguien supiera de antemano lo que iba a pasar?
Frente a esto, no se trata de caer en la desconfianza absoluta, sino de despertar una conciencia crítica. Pensar, cuestionar, observar con calma. No dejarse llevar por titulares alarmistas ni por promesas milagrosas. Porque si algo nos enseña la madurez es que la verdad no siempre está en lo que se dice más fuerte, sino en lo que apenas se susurra.
Vivimos en un mundo donde quien controla el relato, controla también las decisiones. Por eso, cultivar una mente despierta es más importante que nunca. No para vivir con miedo, sino para vivir con libertad. Porque si algunos escriben el guion por adelantado, nosotros al menos tenemos derecho a leerlo con atención… y a decidir si lo aceptamos o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tú comentario será publicado después de la moderación. Gracias por la espera.