La adicción no nace de un día para otro. Es un proceso lento, lleno de etapas y factores de riesgo, que termina por atrapar al individuo en una red de dependencia difícil de romper. Lo que empieza siendo un experimento, una curiosidad o una forma de escapar de problemas emocionales, puede transformarse en una enfermedad crónica del cerebro, caracterizada por el consumo compulsivo y la incapacidad de controlar los impulsos, incluso cuando las consecuencias son devastadoras.
Hoy en día, España enfrenta un doble desafío: entender cómo se forman las adicciones y, al mismo tiempo, dar respuesta a una demanda creciente de tratamientos en un sistema público que ya muestra signos de saturación.
Las etapas del camino hacia la adicción
Los especialistas señalan que la adicción suele recorrer varias fases:
- Experimentación: el primer contacto, casi siempre impulsado por curiosidad, presión social o evasión. Un adolescente puede probar alcohol en una fiesta o marihuana con amigos. En ese momento, el consumo parece anecdótico y sin peligro.
- Uso regular: si la experiencia resulta placentera, aparece la repetición. El consumo se normaliza en el día a día y empieza a formar parte del estilo de vida. Aquí pueden surgir los primeros cambios de comportamiento y relaciones.
- Abuso: aumenta la cantidad y la frecuencia. La persona ya no consume solo para divertirse: lo necesita para funcionar. Aparecen problemas de salud, conflictos familiares, descenso en el rendimiento escolar o laboral.
- Dependencia: la fase más crítica. El control se pierde por completo. El consumo se vuelve compulsivo, con síntomas de abstinencia al intentar dejarlo y una tolerancia que obliga a consumir más para sentir lo mismo.
El cerebro secuestrado: lo que ocurre por dentro
A nivel neurológico, las drogas actúan directamente sobre el sistema de recompensa del cerebro. Alcohol, cocaína, marihuana o nicotina, todas desencadenan un aumento anormal de dopamina, el neurotransmisor que regula el placer y la motivación.
Con el consumo repetido ocurre un fenómeno doble:
- Tolerancia: cada vez se necesitan dosis más altas para alcanzar el mismo efecto.
- Abstinencia: sin la sustancia, el cuerpo y la mente reaccionan con ansiedad, insomnio, irritabilidad o síntomas físicos intensos.
Además, la corteza prefrontal —responsable del juicio y el control de los impulsos— se ve alterada, dificultando aún más la capacidad de tomar decisiones racionales. Es lo que muchos expertos llaman un “cerebro secuestrado”.
Factores de riesgo: ¿quién es más vulnerable?
No todos los que prueban una sustancia se vuelven adictos. La vulnerabilidad depende de una combinación de factores:
- Genéticos y biológicos: tener antecedentes familiares de adicción eleva significativamente el riesgo.
- Salud mental: la depresión, la ansiedad o el trauma no tratado empujan a muchas personas a usar drogas como forma de automedicación.
- Entorno social y familiar: crecer en ambientes donde el consumo es habitual, o donde hay violencia y carencias, aumenta la probabilidad de engancharse.
- Edad de inicio: cuanto más temprano se empieza, mayor es el riesgo de desarrollar una adicción crónica.
El caso más frágil: adolescentes y preadolescentes
El inicio temprano es especialmente preocupante. Imaginemos a un niño de 12 años: su cerebro aún está en desarrollo. La corteza prefrontal —la que regula el autocontrol— no madura hasta la adultez temprana, mientras que el sistema de recompensa emocional funciona a pleno rendimiento.
Este desequilibrio convierte a los adolescentes en una presa fácil. A los 12, un primer trago de alcohol o un porro pueden parecer inofensivos, pero la realidad es otra:
- Fase de curiosidad: el grupo de amigos influye enormemente. Probar es un rito de pertenencia.
- Uso habitual: las reuniones con consumo se vuelven frecuentes. Cambian los círculos de amistades, aparecen secretos, baja el rendimiento escolar.
- Abuso y dependencia: lo que era juego se convierte en necesidad. El adolescente ya no controla, necesita consumir para sentirse normal.
A esta edad, el impacto es mucho más profundo: la memoria, el aprendizaje y el desarrollo emocional pueden quedar marcados para siempre.
Adicciones sin sustancia: el nuevo enemigo silencioso
El siglo XXI ha ampliado el concepto de adicción. Ya no hablamos solo de drogas, sino también de conductas compulsivas que generan dependencia psicológica igual de intensa:
- Ludopatía: antes vinculada a máquinas tragaperras en bares, ahora el epicentro es el juego online y las apuestas deportivas. El perfil del jugador ha rejuvenecido: adolescentes y jóvenes que acceden incluso antes de la mayoría de edad.
- Videojuegos: reconocida por la OMS como trastorno, esta adicción surge cuando el ocio digital se convierte en obsesión. El joven abandona deporte, estudios y relaciones para pasar horas frente a la pantalla.
- Redes sociales: el scroll infinito y la necesidad constante de validación crean una dependencia que altera el sueño, genera ansiedad y afecta la autoestima. Un tercio de adolescentes españoles podría estar en riesgo de desarrollar esta adicción.
En todas estas formas, el patrón es similar: inicio temprano, normalización social y consecuencias serias en la vida académica, familiar y emocional.
El presente: centros de desintoxicación desbordados
El problema ya no es solo comprender cómo funciona la adicción, sino cómo responder. En España, los centros de desintoxicación viven una presión inédita.
En Cataluña, en 2023, más de 15.700 personas iniciaron tratamiento, un máximo histórico. El alcohol y la cocaína siguen encabezando los casos, pero las adicciones sin sustancia (juego online, tecnologías) ya suman casi un millar de ingresos.
- La red pública, sin embargo, se queda corta:
- Listas de espera de hasta 60 días para una primera cita en salud mental.
- Escasez de plazas para ingresos en comunidades terapéuticas.
- Familias que, ante la urgencia, recurren a clínicas privadas que no todos pueden costear.
La intervención temprana es clave. Cada día de retraso puede ser la diferencia entre una recuperación viable o una recaída fatal.
Conclusión: un reto que exige respuestas inmediatas
La adicción es una enfermedad compleja, que mezcla biología, psicología y entorno social. Sus raíces pueden estar en la genética o en un trauma, en la curiosidad adolescente o en un clic en la aplicación de apuestas. Pero su desenlace, sin atención adecuada, suele ser el mismo: pérdida de control, sufrimiento personal y familias rotas.
España se encuentra en un momento crítico. El aumento de la demanda, la diversificación de las adicciones y la saturación del sistema de salud exigen un cambio profundo. Prevenir, educar, invertir en profesionales y garantizar acceso rápido a los tratamientos son medidas urgentes si no queremos que la próxima década quede marcada por una generación atrapada en nuevas y viejas dependencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tú comentario será publicado después de la moderación. Gracias por la espera.