El miedo como herramienta de poder
No es la primera vez que se utiliza el miedo como un mecanismo para justificar medidas que, de otro modo, serían difíciles de aceptar. Durante la pandemia, vimos cómo el temor al virus permitió la implementación de restricciones sin precedentes, desde confinamientos hasta limitaciones de derechos fundamentales. Ahora, con el "kit de emergencia", parece que se busca perpetuar ese estado de alerta constante, manteniendo a la población en un clima de incertidumbre.
¿Emergencia real o narrativa conveniente?
La idea de prepararse para una emergencia no es absurda en sí misma. Sin embargo, el contexto en el que se introduce esta recomendación, con tensiones geopolíticas y crisis económicas de fondo, invita a reflexionar. ¿Es realmente una medida preventiva o una estrategia para justificar políticas de endeudamiento masivo y recortes de libertades? La narrativa de una "economía de guerra" sin guerra parece más una excusa para implementar medidas que beneficien a ciertos intereses que una respuesta genuina a una amenaza inminente.
La frivolización de la crisis
Lo me que resulta más desconcertante es la forma en que se presenta esta propuesta. Desde la promoción de un "kit de supervivencia oficial" hasta la insistencia en llevarlo siempre consigo, la comunicación parece más un sketch humorístico que una medida seria. Esta frivolización no solo resta credibilidad a la iniciativa, sino que también refleja una desconexión preocupante entre las élites políticas y las realidades de los ciudadanos, tratándonos como niños de guardería insultando nuestra inteligencia y pisando nuestra dignidad.
El verdadero desafío: recuperar la confianza
Más allá del debate sobre el "kit de emergencia", lo que realmente está en juego es la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Para que medidas como esta sean efectivas, deben estar respaldadas por transparencia, coherencia y un verdadero compromiso con el bienestar colectivo, no con agendas ocultas.
En un momento en el que la Unión Europea debería centrarse en fortalecer la cohesión y la resistencia de sus ciudadanos, propuestas como esta solo alimentan la desconfianza y el escepticismo. La verdadera emergencia no es la que nos piden que temamos, sino la necesidad de recuperar un liderazgo que inspire y proteja, en lugar de dividir y controlar. Además de empobrecernos aún más.
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